MI NAVIDAD
Cuando se acercan estas fechas siempre fluyen en mi memoria grandes recuerdos de lo que significaba la navidad, en unos tiempos en los que no disponíamos de inmensas superficies o centros comerciales que montasen grandes campañas de incitación al consumismo desaforado, ni medios de comunicación escritas y visuales, que se encargasen de machacarnos (incluso) meses antes con la llegada de tan insigne acontecimiento mítico religioso. Era una navidad en la qué en casa de mis padres y abuelos los hermanos que componíamos la familia, por no contar, no contábamos ni tan siquiera con fuente de energía como para poder montar un árbol con luces de colores artificiales que alumbrasen y alegrasen los días en los qué nos contaban mi abuelo nacía el niño dios nuestro señor Jesucristo en un portal de Belén hijo de la virgen Maria y del padre José, y era eso, un humilde portal lo que montábamos con unas cuantas cepas viejas entrelazadas con un suelo de rastrojos y un pesebre a modo de cunita, hecha de trocitos de sarmientos con su camita de paja en los que poníamos las escasas figuras que tenia mi abuela. Luego, para poder alumbrarlo, mi abuela tomaba un tarrito con aceite y agua y con un trozo de tela de una camiseta de algodón vieja le introducía una ¡torcía! y le encendía la lumbre. También se podía hacer de unas mariposas que comprábamos y las poníamos en un vaso con agua y aceite. Mientras tanto, en los días anteriores a la navidad, mi madre preparaba con mucho esmero los pestiños y tortas fritas que con una masa hecha de harina, echándole aceite, anís y matalahúva que le ayudábamos a amasar y a cortar con los moldes de las bocas de los vasos y las copas y a la que muchas veces nos la comíamos (incluso) antes de freírlas y echarle la meloja y las bolitas de caramelo de colores por encima. También hacia unas tortas con otra masa parecida las cuales se llevaba al horno que se encargaban de suministrarnos el pan. Una ves llegado el día grande mi madre se llevaba desde por la mañana preparando la cena de nochebuena en una cocina (al principio con carbón) que generalmente consistía en el guiso del pavo o el pollo que durante meses habíamos criado con esmero y que tras sacrificarlo éramos los niños los que después de que mi abuela hubiese calentado una olla de agua bien caliente lo desplumábamos. Mientras, mi padre y mi abuelo, ya se habían encargado de comprar sus garrafitas de manzanilla, aguardiente y moscatel, además de tener ya por la tarde encendida la candelá en medio del campo, o la copa de "cisco" para poder calentarnos. Por la noche encendía una radio enorme que teníamos con antena exterior (que por cierto, la marca recuerdo que era "campero") y como no podía ser de otra manera en esos tiempos mi abuelo nos reunía para escuchar atentamente el mensaje de navidad del "generalísimo Franco". Mas tarde, una ves pasada la cena (en la que cantábamos villancicos) empezaba lo bueno, y es que todos los familiares cercanos y vecinos iban de casa en casa pidiendo con cánticos que sacase la botella y los polvorones consiguiendo que una ves echado el rato, toda la familia se uniese al grupo llevándose los niños pequeños liado en una manta para seguir visitando de casa en casa durante toda la noche. Recuerdo como cuando en algunas casas entre tanta gente acababan con la comida, a la una o las dos de la madrugada, iban a otras casas para traerse las comidas sobrantes de las cena, o mi tía Flora entraba en el gallinero, cojia un pollo y después de sacrificarlo con todos los chiquillos detrás lo desplumábamos para guisarlo y poder atender la "marabunta" que suponía la visita de tanta gente, que mas que por hambre, lo hacían por seguir compartiendo tal grado de convivencia y de amistad. Esto ocurría tanto en navidad como en año nuevo. Resumiendo, que son tiempos distintos a los que resultaría imposible (al menos por mi parte) poder volver, pero en los que también, me resulta imposible conseguir cuando llegan estas fechas no sentir (al menos) un poco de nostalgia.
FELIZ NAVIDAD
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